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domingo, 10 de abril de 2016

DE PATITAS EN LA CALLE

El casero le dijo que tenía dos horas para recoger todas sus cosas y marcharse. Su jefe esta vez no había llegado a tiempo con el pago de la habitación y el casero se cansó de esperar, de hecho ya estaba advertido de una vez anterior y por eso al casero no le costó nada echarle.

El chico se dio cuenta de que no podía contar con la familia porque tenía serios problemas con ella y que tampoco tenía ningún amigo con coche y que en dos horas su jefe tampoco podría venir a socorrerle.

Primero llenó la bolsa de deporte con toda la ropa y sus utensilios de higiene y luego cogió la comida que tenía y la metió en dos bolsas de plástico, las toallas no cabían en ninguna de las bolsas así que se las tendría que poner al cuello.

Con las dos bolsas de comida y la bolsa de deporte más las toallas en el cuello ya no podría llevar nada más y tenía que deshacerse de su equipo de música, sus libros, la cafetera y el microhondas.

Cómo debía al casero 20 euros de un mes anterior decidió dejarle la cafetera en pago y escribió una nota al lado de la cafetera diciendo que se quedara con ella y que así la deuda estaba saldada.

Los discos de música eran muchos y variados y sólo los mejores cabrían en su bolsa de deporte, los demás tendría que tirarlos.

Una vez que preparo las bolsas sacó el microhondas y lo tiró a la basura junto con los discos y algunos libros, el microhondas hacía tiempo que no funcionaba bien y no sería una gran pérdida.

Consiguió meter el equipo de música y los bafles en una bolsa grande y entonces se dijo que llevaría la bolsa en bandolera y con una mano las dos bolsas de comida y con la otra la bolsa del equipo de música pero así tampoco podría llegar muy lejos, sobre todo con las toallas al cuello dando calor y además tenía que llevar la cazadora puesta, no iba a dejarla allí, con lo que pasaría si cabe más calor.

Dejó todo recogido después de tirar el microhondas y los discos, también puso su portacedés junto al equipo de música con los cascos.

Salió a la calle muy apenado y compungido sin saber donde ir y de camino entró en el bar donde las tres camareras que atendían habían sido su única amistad en todo ese tiempo.

Claudia estaba en la puerta barriendo y le vio llegar sobrecargado.

--Me voy a vivir a Santander--mintió--. Ya nunca voy a volver por este barrio, me han echado de la pensión.

--Lo siento--dijo ella--y le dio dos besos a modo de saludo. Parecía un poco afectada pero no mucho.

--Toma ésto es para ti--y le entregó la bolsa con el equipo de música--y ésto--dijo señalando el portacedés con los cascos--es para Rebeca y para Sara que está estudiando este libro grande diccionario de inglés.

La camarera se puso muy contenta y le volvió a dar dos besos. El muchacho se sentía liberado de su pesada carga en parte, se enredó un poco con las toallas que llevaba al cuello la joven camarera al besarle y sintió entonces un poco de vergüenza de que todo fuera tan ridículo.

La camarera sabía que el muchacho no se iría a Santander y que tenía una enfermedad mental. Pero no le quiso preguntar hacia donde se dirigía realmente.

El muchacho tenía 200 euros en el bolsillo y bastante comida, iba a coger un tren en dirección a Palencia donde había una habitación por 16 euros al día, allí viviría un tiempo sin gastar mucho mientras se ponía en contacto con su jefe, al fondo de la bolsa de deporte estaba su ordenador portátil con el que trabajaba.

Camino de la estación de trenes llamó dos veces el casero, era porque no quería cómo pago la cafetera y le seguía debiendo veinte euros. Le colgó el teléfono y luego no se lo volvió a coger nunca más. Le parecía terrible la falta de humanidad de su casero que le había dejado de patitas en la calle y que no aceptaba la cafetera cómo pago por una deuda. La cafetera por otra parte era de su hermano y tendría algún día que rendir cuentas con él, pero eso sería en otra ocasión.

Palpó la cartera con el dinero al subir al tren y se sintió mucho mejor, calculó que podría vivir dos semanas en Palencia hasta que su jefe volviera a pagarle dinero y tal vez con suerte le adelantara algo pues le debía una explicación por no haber llegado a pagar su pensión a tiempo.

Cuando el muchacho llegó a Palencia ya se encontraba de un excelente humor, saldría a beber algo por la plaza mayor de la ciudad y sus populosas avenidas mientras seguía viviendo de pensiones un mes más, así hasta que el dinero se acabase.

No pensaba ni por un momento regresar con su familia.

El muchacho despertó en Palencia y se sentía feliz aunque un poco temeroso de la vida que le esperaba porque no podía seguir así tan en precario mucho tiempo, pero tampoco quería pensar en ello. Pensaba en sus vacaciones pasadas en algún lugar-pueblo-urbanización de la costa del sur de Europa y del sur de España y se daba cuenta de lo mucho que había pasado el tiempo. Recordó a su amigo David con un coche rojo que le había prestado su jefe, recorrieron con él todo el monte a gran velocidad. David hacía chistes sobre la serie "Padre Coraje" que estaba en la televisión en aquellos días y los chistes eran muy buenos y circular con el coche rojo todo destartalado y de segunda mano por el monte mientras sin duda estaba atardeciendo y todavía había sol era una gran experiencia. Y esa noche el muchacho se puso a escribir sobre ello en su máquina de escribir y mezcló la historia con un sueño que había tenido en el que David y él robaban móviles y luego se escapaban por grandes toboganes, gigantescos toboganes que daban al mar. Se subían en los toboganes y acababan cayendo al mar con los teléfonos móviles robados. Así que con la historia del sueño ficticia de los móviles robados y con la historia real del coche destartalado del jefe de David circulando por el monte a toda velocidad, el muchacho escribió una historia que acababa en un casino para darle un toque elegante. Fue un bello cuento escrito en una sola noche y luego se perdió, nunca más supo donde estaba ese cuento...pero el muchacho sabía que podía escribirlo entero de nuevo otra vez, tal y cómo lo había escrito o muy parecido.

El muchacho tomó una ducha y salió por Palencia a dar un paseo, buscó trabajo en el ayuntamiento pero no había nada. Le cogieron los datos y le dijeron que le llamarían si había alguna cosa. Luego se fue a la pensión y se puso a escribir los textos para las páginas webs en las que trabajaba, a los tres días su jefe le hizo un ingreso en Cajas Rurales Unidas de Castilla y León y le pidió volver a Pucela porque necesitaba tratar temas con él y tenían que reunirse en la oficina. La aventura de Palencia estaba terminando.

No siempre había momentos buenos en aquella urbanización-lugar-pueblo del sur de Europa y del sur de España porque a veces las bebidas o el hachís sentaban mal y daban paranoyas y entonces era el momento de compartir las paranoyas de los porros con los demás y así descubrió que su amigo Charlie se había tirado siete días sin dormir por fumar porros o cómo acabó creyendo que los extraterrestres querían secuestrarle y meterle tubos por la nariz. El hermano pequeño del jabacuc había tenido dos amarillos, un amarillo era tener un desvanecimiento por sumar porros, perder el sentido. Perder el sentido por fumar porros se llama tener un amarillo y el hermano pequeño del jabacuc ya había tenido dos. Entre todos los amigos contaban cómo les habían sentado mal las drogas alguna vez y cómo lo habían superado y lo mejor es que nadie iba al médico ni al psiquiatra y todo el mundo esperaba a que se le pasara con el tiempo. Había un chico del pueblo que llegó a creer que tenía un gorila subido a su espalda y que iba con él a todas partes. Este chico del pueblo tampoco fue a ningún médico, simplemente espero a que se le pasaran las alucinaciones con el tiempo. Había historias demasiado terribles para ser descritas, de gente que no había salido ya nunca más de su estado alucinatorio y todos nos recreábamos con ellas comentándolas. A veces la gente se reunía en un pequeño parque de aquel lugar-urbanización-pueblo del sur de Europa y del sur de España, conocido como "El cementerio" y contaba historias de miedo, del miedo a que te sienten mal las drogas, del miedo a entrar en una paranoya y no poder salir de ella.

El muchacho tuvo que volver a Pucela y se cogió una pensión con el último dinero de su jefe enfrente del Hospital Clínico Universitario por 20 euros día, le hicieron precio. Una vez instalado salió a beber aunque todavía era temprano por la zona de salida del Huevo, zona de marcha de Pucela de bares castizos, pero cómo era temprano no había nadie.

Entonces en un bar solo y bebiendo solo el muchacho se preguntó cuánto tiempo más iba a seguir bebiendo, se lo preguntó con verdadero interés en el espacio de autoobservarse. Llevaba bebiendo toda la vida desde que tenía uso de razón a excepción de tres años enteros que se pasó sin beber y que fueron muy tristes. Ya había conseguido desde hacía años dejar la marihuana y el hachís pero pasaba el tiempo y no podía dejar ni el tabaco ni el alcohol y se dio cuenta de que era muy dependiente de esas dos substancias, bastante dependiente.

Entonces fantaseó con vivir en un monasterio. Estaba harto de la vida y tampoco ya iba a conseguir novia ni le interesaba volver a estar en pareja. Entonces pensaba el muchacho que vivir en un monasterio era la opción ideal. Había monjes que hacían cerveza y sólo era cuestión de enterarse qué comunidad de monjes hacían cerveza para poder integrarse allí. Y sólo era cuestión de tiempo que acabara ingresando en un monasterio tal era el largo cansancio sobre la vida y el mundo que tenía, en el fondo el muchacho quería retirarse del mundo y no vivir en él y no se iba a suicidar y entonces sólo quedaba la opción de encerrarse en un monasterio. Pidió otra copa y se dio cuenta de que lo estaba pasando realmente mal viviendo en precario, con exiguo dinero para comer poco y mal y para pagar una habitación y luego lo poco que quedaba lo reservaba para tabaco de liar y cervezas y vinos y alguna copa. Pero lo más triste era cuando no tenía dinero para tabaco y tenía que recoger colillas de los ceniceros de los bares y del suelo de la calle, colillas que luego migaba para meter el tabaco en papelillos de fumar pero a veces no tenía papelillos de fumar y se hacía un cigarrillo con papeles de periódico sacados de los contenedores. Por eso quería vivir en un monasterio, en el fondo era porque no podía dejar de beber ni de fumar. En el fondo el muchacho quería limpiarse de sus últimos vicios y ser sano y saludable y vivir en perfecta comunión con el espíritu de Dios cavando zanjas o trabajando en una granja o haciendo vino o cerveza. La sensación de hartazgo era tal que pensaba incluso en morirse pero nunca en suicidarse, nunca pensaba en el suicidio porque iba en contra de sus creencias, pero pensaba mucho tiempo en morirse, en morirse para dejar de sufrir y eso le daba ganas de beber más y beber más le daban ganas de morirse.

Y entonces recordó los buenos años en la urbanización-pueblo-lugar del sur de Europa y del sur de España.
Recordó las tardes y las noches en un parque llamado "El cementerio" donde se reunía con chicos de su edad. Luego muchas veces soñaría con ese parque y volvería a él en sueños. Una vez tuvo un sueño con aquel lugar, pero se accedía por otra puerta, una puerta que no conocía y al lado de la misma había un bar y era un bar que no conocía. Había veraneado siempre allí y no sabía que aquel espacio tenía una puerta de atrás, curiosamente esa puerta de atrás daba directamente a Marruecos y hacía frontera con ese país y desde la frontera podía ver muchas veces a la gente de Marruecos siempre alegre y divertida, pasarlo muy bien. Entonces soñó que tenía un amigo, un amigo que le comprendía y hablaba con él con la intención de caerle bien y el amigo estaba casado y se quitó el anillo de oro y se convirtió entonces el anillo en un lingote de oro y luego su hermano le dijo que había robado un banco y que pensaba repartir el dinero. Eran sueños con oro, dinero y bares y misterio y amigos, eran sueños bonitos que acababan en "El cementerio" pero "El cementerio" ya era otra cosa, mucho mayor, con más espacio y bares y grupos de gente que con facilidad se hacían amigos del muchacho y era todo idílico y perfecto con dinero y bares en abundancia, en definitiva era todo un sueño.

Siempre tenía sueños con su lugar de veraneo el muchacho en precario y esos sueños que tenía le hacían pasar unas pequeñas vacaciones de nuevo, muchas veces en los días de invierno tan duros de Pucela le llegaban sueños de calor y de mar y de playa y disfrutaba en compañía de su amiga Marta con la que llegaba a haber juegos eróticos, eran sueños vacacionales, esos sueños de evasión, ese tipo de sueños que se llaman de evasión y que los sueñas cuando tienes una vida dura. Y el muchacho en sueños, en las frías noches del invierno de Pucela, siempre volvía a aquel lugar-urbanización-pueblo del sur de Europa y del sur de España, y así era feliz. Siempre volver a los lugares en los que hemos sido felices y sobre todo en sueños.
Pero la vida sigue.

Un jardín, en el fondo siempre hay un jardín. Allí estaba el muchacho en su mocedad más primigenia, allí se encontraba el muchacho en aquel lugar-urbanización-pueblo del sur de Europa y del sur de España, allí se encontraba siempre en ese jardín bebiendo y fumando y así había sido feliz y el muchacho no quería pensar que había sido feliz por beber y fumar pero había sido feliz por beber y fumar y pensaba que a lo mejor no se puede ser feliz siempre y se es feliz cuando se es muy joven y muy inocente y luego ya jamás vuelves a ser feliz. El muchacho se sentía muy desgraciado y por eso pensaba en el jardín y los jardines donde había sido muy feliz. De alguna manera siempre buscaba un jardín, en cualquier ciudad en la que estuviera, y rodeado de verde y de la espesura de los árboles se dedicaba a dar buena cuenta de unas cuantas cervezas compradas en un supermercado y si hacía buen tiempo y se podía estar bebiendo solo en el parque, mucho mejor. Pero nunca había sido tan feliz cómo el el césped llamado Rafael o césped Rafael de aquel lugar del sur de España. Nunca había sido tan feliz en medio del buen tiempo con sus deportivas Nike y su camiseta color rosa fosforito y sus pantalones de deporte naranjas. Se recuerda el muchacho siempre así: con unas Nike de moda y los pantalones de deporte naranjas y su camiseta de color rosa fosforito. Así se pasó una gran verano similar al verano de llevar pantalones para bañarse, cuando se puso de moda llevar pantalones para bañarse y el bañador era un pantalón que te llegaba hasta los tobillos y él siempre anudaba un hueso de pollo a su bañador y así iba con un hueso de pollo grande anudado a su bañador para llamar la atención, para que todo fuera más divertido, para sentirse cómo un troglodita.
Así pasaron muchos años, los mejores de su vida.

Ahora tenía que trabajar y ganarse la vida era muy duro y ser independiente era muy duro y ver que todo era muy difícil y que el país había entrado en una gran crisis y que el mundo había entrado en una gran crisis y que las voces agoreras hablaran continuamente de una tercera guerra mundial e incluso del fin del mundo por lo mal que iba todo. Algunos hablaban de caídas de asteroides y otros hablaban de un guerra nuclear entre Rusia, China y Estados Unidos que nos iba a llevar a pasar hambre y miserias en Europa, que sería finalmente invadida. La invasión de Europa: por los chinos, los rusos o los árabes o todos juntos. La invasión de Europa ya se tomaba cómo una realidad, la gente no es tonta.

Tenía el muchacho otro bello recuerdo. Cuando tenía 17 o 18 años se encontraba bebiendo latas de cervezas en el césped Rafael por la mañana cuando le llamó su madre para que le acompañara a hacer la compra en el Corte Inglés de Puerto Banús. Entonces el muchacho guardó una cerveza en su riñonera para bebérsela luego y se subió al Volvo 740 de su madre. Cuando llegaron al sitio ella pidió que le esperara en el garaje y el garaje era un sitio muy oscuro y siniestro y mal iluminado. Sin embargo el muchacho sacó su cerveza y empezó a beberla sentado en el coche mirando a las oscuras paredes y fue muy feliz. Se encontraba a gusto el joven en aquel lugar oscuro y siniestro con las paredes grises y ahumadas. Mientras estaba solo esperando y cómodamente sentado el sabor de la cerveza en aquel lugar le llegó de una manera especial y supo sacarle mucho partido y además cómo antes había estado bebiendo también pudo completar su contentillo ahí mismo y el sitio en el fondo le gustaba. Muchos años después, en el mismo Corte Inglés de Puero Banús su madre le llevó a hacer unas compras y se separaron y entonces él entró en el super y se compró unas cervezas fuertes de Strong Ale y se las bebió en el servicio esperando a que se hiciera la hora en la que había quedado con su madre. También disfrutó mucho bebiendo cervezas a solas en el servicio oscuro y mal iluminado de los baños de caballeros del Corte Inglés de Puerto Banús. Sin saber por qué disfrutó mucho de esa sensación, de esa sensación de ser de alguna manera cómo un insecto.

Los supermercados le gustaban mucho, le gustaban mucho los garajes de los supermercados y también estuvo allí un día con David, Charlie y Alberto y entraron todos a comprar y él se compró unas latas que luego de regreso se iba tomando en el coche. Acompañar a Charlie y Alberto a hacer las compras fue una gran idea, sin saber por qué los grandes almacenes ponían siempre de bueno humor por sus formas y sus gentes y su tránsito y su iluminación y siempre caían unas latas de cerveza que beber de regreso arrullado por el murmullo del tráfico y el trasiego del vehículo a motor. Una sensación que le gustaba. Se miró en el espejo retrovisor y miraba sonriendo. Era feliz, por el clima y el sol y también por el alcohol y el zozobrar del coche. Era feliz y se miró en el espejo retrovisor y tenía una gran cara de felicidad, de mucha felicidad y con el tiempo aquello no se olvida, aquellos momentos felices.

Entonces recuerda el muchacho un día en el supermercado de Riosol en Estepona con el jabacuc y Charlie comprando botellas para hacer botellón en casa de Toñi. Toñi les invitaba a su casa a hacer botellón y ellos tenían que comprar las bebidas. Lo curioso de todo, lo más curioso de todo, es que el muchacho se recuerda comprando las bebidas para hacer botellón en aquel supermercado pero la fiesta que vino después no la recuerda en absoluto...¡Cómo se pondría el muchacho de alcohol hasta arriba para no acordarse del botellón en la casa de la Toñi! No tiene ningún recuerdo en absoluto. Lo último que recuerda es a Charlie y al jabacuc con él comprando bebidas en el Riosol de Estepona.
Y han pasado más de veinte años desde entonces, quizás poco menos...pero no tiene ningún recuerdo de aquella fiesta que debió ser sonada.

Luego a veces el alcohol traía irritabilidad y ganas de discutir y el muchacho se recuerda con su amiga Marta enzarzado en una discusión en el puerto de Marbella pasado de copas y en esa noche le llegó a tocar los labios y correrle todo el carmín y no sabía ni recuerda por qué estaban discutiendo, tenían entonces de 17 a 20 años y recuerda el muchacho que le corrió el carmín de los labios a su amiga Marta discutiendo y fue el periodo de tiempo en el que llegó a aquel lugar un joven de Barcelona que estudiaba medicina y que era muy guapo y muy listo, quizás tenga eso algo que ver...pero el muchacho no lo recuerda bien, pero se pasó con ella y luego la tiró del pelo y la hizo daño, quizás no tuvieran ni 17 años cuando pasó todo aquello, pero no puede olvidarlo porque él era cómo si fuera otra persona. Su amiga no le dijo nada, no se lo tomó en cuenta, sólo le evitó y después no le vio en toda la noche. Pero el muchacho sabe que si eso ocurrió en el puerto de Marbella habría pasado hace más de treinta años...¿Por qué no puede olvidarlo? Porque Marta aceptaba su rencor y le daba con ello la razón...¿Pero por qué discutieron? No puede recordarlo.

Y así grandes lagunas mentales debidas al alcohol y a los porros, grandes lagunas mentales de días enteros y de casi semanas...No puede recordar bien el muchacho, todo ha quedado en el olvido. Se recuerdan algunos buenos momentos y también algunos malos ratos pero lo común se olvida...y nadie sabe por qué es así, pero lo común se olvida, se acaba olvidando.

Y todos los recuerdos le vienen en unos soportales de Pucela enfrente de la biblioteca pública Rosa Chacel. Unos soportales guarecidos de la lluvia y el viento que disfrutan de la calefacción de las casas y los portales aledaños y en los que siempre se está bien. Muchas veces el muchacho se coge sus cervezas y se va a coger calor en esos soportales climatizados mientras degusta las cervezas compradas en el super. Y entonces le vienen recuerdos de su amiga Marta y de por qué se enfadó con ella en el Puerto de Marbella y por qué sucedió todo. Pero ya han pasado más de treinta años y ahora nada de todo aquello tiene sentido. Y eso le da pena al muchacho, que nada de todo aquello tenga sentido ya. Quizás estaba enamorado de ella.

El sabor de la cerveza metálico en los soportales climatizados, el sabor de la cerveza que siempre vuelve y volver a aquel lugar, a aquellos soportales donde en el fondo se ha bebido siempre, donde el muchacho bebía cuando vivía solo en su casa del barrio de La Farola. No le pillaba lejos y se metía en esos soportales a beber, lo prefería a un bar y por allí daba largos y extensos paseos, recordando, imaginando, soñando.

Pasear y ver viejos y jubilados y señoras cargadas por los años, los habitantes de esos lugares. Y ser un intruso en esos lugares para jubilados con buenas pensiones pero estar allí no sólo de paso y estar allí bebiendo y hay pintadas en la pared que dicen barbaridades y luego son tachadas y contestadas con otras barbaridades y eso entretiene al paseante.

Estar allí caliente y guarecido mientras afuera llueve y recordar las aventurillas del verano de aquel lugar-pueblo-urbanización del sur de Europa y del sur de España y para casi todo ha pasado ya diez años y para muchas cosas han pasado veinte años y para algunas otras han pasado treinta. Y no poder volver atrás, es imposible. No poder volver a los 17.
Ni a los 25.
Y seguir siendo el muchacho que recuerda. El joven aún.

Y el sabor de la cerveza acompañando, acompañando siempre.

Y aquel Chico de Barcelona que estudiaba medicina el muchacho lo recuerda por un larga conversación que mantuvieron en Benamara. El estudiante de medicina sostenía que no existía Dios y que el Túnel que vemos al morir se debe a fenómenos neurológicos y químicos pero que realmente no hay más allá, todo es una alucinación postmortem o entremortem. El más allá no existe y quiénes han creído verlo han sufrido una alucinación. Era la opinión de un estudiante de medicina que con 17 o 18 años no creía en Dios. Una persona increíblemente inteligente.
Hizo pensar al muchacho y por eso lo recuerda.

Luego mi vida pegó un cambio en cuanto pasaron veinte años más y ya no era la misma persona, me volví más responsable, desapegado y calculador.

No llegué a comprender bien lo que pasaba en mi vida pero yo no era el mismo y así lo sentía, era inevitable pero así lo sentía. Era inevitable, se había producido un cambio en mi y el cambio había llegado para quedarse pero a lo mejor no porque en este mundo nada es permanente pero a lo mejor algunas cosas si que son permanentes y otras no, pero la tónica es pensar que nada es permanente.

No tengo reparo en contarlo porque dicen que todo cambio que se produce siempre es para mejor, todo cambio que se produce es siempre para mejor, eso es lo que dicen, que todo cambio es para una mayor evolución de nuestra alma. Pero quizás se pueda sufrir una involución, de eso hablaba un filósofo puntero del pensamiento español aunque él pensaba que eso sucedía sobre todo a las naciones y con humildad tenemos que concluir que no sabemos nada y sólo tenemos datos, datos y datos incluso cuando nos lavamos la cabeza en la ducha, datos y datos y los datos están ahí, no hay que tener miedo y sí que hay que tener mucha humildad porque la humildad es importante y también debemos aceptar los cambios cómo inevitables y ser conscientes y también resignados, es siempre lo mejor y cuando se produce en la vida un salto evolutivo hay que darle una bienvenida y cuando se produce un cambio para mejor nunca sabemos a qué se debe que se haya producido y es cómo si Dios tuviera planes para nosotros que no entendemos.

Los planes que Dios tiene para nosotros y que no entendemos son un misterio y se pierde el tiempo pensando en ella o imaginando y un día te sientas en una terraza en la calle y te preguntas qué planes tiene Dios para ti y debes pensar también qué quieres hacer tú, imponderables pueden surgir o quizás no y la sensación es un poco desazonante, cómo si no tuviéramos voluntad pero la voluntad lo es todo.

La voluntad lo es todo y lo sabes, la voluntad de ser y de estar mejor lo es todo y eso lo comprendes y eso es así porque no puede ser de otra manera y sabes que es así y lo comprendes y también lo examinas y los reduces para comprenderlo mejor y bajas a la parte baja de la casa y piensas y siempre pensando te acabas por angustiar y el pensamiento produce neuras y obsesiones y un gran desgaste emocional, pero a veces no es así y lo que sucede es que se trata de tu propia energía que no conoces, y quieres avanzar y avanzas y te saben mal las cosas y no puedes evitarlas y así hasta al final de un pensamiento que encauza a otro y se forma una madeja que no te deja descansar bien por las noches pero al final duermes, con todo duermes y los sueños son aquellos en los que escribías estando en el servicio de los libros y estudiando el COU, los pensamientos se vuelven sueños que te recuerdan que tú eras un escritor. Siempre los sueños te recuerdan que tú eres un escritor y que tienes que seguir escribiendo, los sueños hablan de tu responsabilidad.

Llega un momento en el que te haces más responsable y pones tu voluntad en ser más responsable y entonces piensas que se te pueden abrir puertas, pero tienes un pasado.

Sin embargo portarse bien obtiene sus frutos y lo sabes y quizás la vida sea un poco más aburrida y todo lo que haces es por algo y lo sabes y no es que quieras cambiar es que tienes que cambiar y lo sabes.

Lo sabes.






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